Hoy me dieron ganas de salir a caminar.
Dicen que el caminar es bueno para la salud. Hoy más que nunca, me parece que el salir a las calles a caminar, será muy bueno para la salud de nuestro país.
Un 5 de abril del año 92, muchos como yo, abrumados por la crisis económica, atemorizados por las bombas terroristas, hartos de los congresistas y la clase política en general, le dimos toda nuestra confianza al entonces presidente Alberto Fujimori. Sólo días antes, Susana Higuchi su entonces esposa, en acto valiente, honesto y seguramente desesperado, había denunciado a los hermanos del presidente, por malos manejos de donaciones provenientes del Japón. Pocos quisimos creerle y al contrario hicimos eco a su orquestada locura motivada por la tortura. Ese 5 de abril, Alberto Fujimori dió un golpe de Estado y de la noche a la mañana se adueñó de todo el poder. Algunos como Vargas Llosa, pidieron a la comunidad internacional que corte relaciones con el ilegítimo gobierno. Lo odiamos al “resentido”, lo calificamos de anti patriota y pedimos se le retire la nacionalidad peruana.
Meses después la gran mayoría le confirmamos nuestro apoyo con nuestros votos. En noviembre de 1992, su agrupación política obtuvo mayoría absoluta en el “Congreso Constituyente Democrático”. Coincidentemente apenas 2 meses antes, en setiembre de 1992, había sido capturado el sanguinario terrorista Abimael Guzmán, cómo no aplaudir al gobernante que nos “ofrecía” honradez, tecnología, trabajo y además nos libraba del terrorismo. Digo “coincidentemente” porque en política dicen que no hay coincidencias. Hoy sabemos que Abimael Guzmán pudo ser capturado dos años antes, apenas al iniciar su gobierno… Quizás muy pronto para lo que tenía en mente su ya asesor, por entonces en la sombra, Vladimiro Montesinos (https://goo.gl/YNQXGM).
Lo que vino después, todos lo padecimos. Sin saberlo y sin querer averiguarlo engendramos el mal. Nuestro “engendro” Alberto Fujimori nos pagó mal, muy mal. Con nuestro apoyo y nuestros votos la corrupción se institucionalizó y tomó la forma de un Estado autocrático. La bestia bicéfala, Fujimori y Montesinos, arrasó con la débil y precaria institucionalidad, atacó mediante el desprestigio mediático, el chantaje, el amedrentamiento, el secuestro, la tortura e incluso el asesinato a cualquiera que osara denunciar malos manejos o se opusiera enfáticamente al régimen. La dignidad de los débiles (algunos de los cuales hoy dicen “indignarse”) se compraba con indignos fajos de billetes y cámaras escondidas de por medio. Los ingentes recursos de las privatizaciones eran manejados y repartidos a diario, cual caja chica, por el cada vez menos discreto Montesinos. El narcotráfico era excelente aliado del gobierno, siempre y cuando claro, cumpliera puntualmente con proveer recursos para satisfacer las extravagancias de la cúpula corrupta. El cóctel fujimontesinista: autoritarismo, corrupción y narcotráfico, alcanzaba así su máximo esplendor.
En el ínterin, ni mi voto, ni el de muchos más, salvó al ilustre Javier Pérez de Cuéllar de caer humillado en las elecciones presidenciales de 1995. En paralelo una joven Keiko Fujimori ocupaba el cargo de Primera Dama del Perú, prefiriendo la opulencia que le ofrecía su padre a la honestidad (palabra ya en desuso en esos tiempos) que le ofrecía su atormentada madre Susana.
Los ciudadanos íbamos saliendo lentamente del hoyo económico, pero sentíamos como el país y todos con él, caíamos, no tan lentamente, en la más honda cloaca moral.
Tal orgía de poder, aparentemente, los llevó al desenfreno, a sentirse invencibles y comenzaron a ejecutar sus planes para perennizarse en el gobierno, prolongar su mandato y seguramente heredarlo, en elecciones cada vez más fraudulentas, a los hijos del presidente. Tal vez, fue en esos alardes de poder, que el entonces presidente le vendió, a la mayor de sus hijas, la idea que él haría de ella, la futura presidenta del Perú y bueno ahora, aparentemente, es Keiko la que le quiere dar la sorpresa.
El problema con Keiko Fujimori, no es el que sea hija de su padre, eso le pudo suceder a cualquiera. Ni siquiera el mayor de sus problemas es el que no tenga mayor experiencia laboral o gubernamental. El problema con Keiko Fujimori es que si por ella hubiera sido, Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos nos seguirían gobernando o ella hubiera heredado el mandato gracias a elecciones fraudulentas. El serio problema con Keiko Fujimori es que ella fue partícipe del cóctel de autoritarismo, corrupción y narcotráfico que nos gobernó y lo más grave es que nos quiere gobernar para, de una u otra forma, reivindicar ese modelo.
Bajo mi mirada, el anti-keiko no es un anti las personas que votarán por Keiko Fujimori, ni siquiera es un anti la persona de Keiko en sí misma. Es un anti lo que ella pretende reivindicar y nosotros no queremos nunca más. Es un anti el autoritarismo, es un anti la corrupción, es un anti la complacencia con el narcotráfico. Es un anti un gobierno que llevaba en su ADN todas esas características, un gobierno del que Keiko Fujimori formó parte y del cual nunca abdicó.
Dicen que el caminar es bueno para la salud. Hoy más que nunca, me parece que el salir a las calles a caminar, sin violencia pero con energía y firmeza manifiestas, será muy bueno para la salud de nuestro país. Finalmente, aún no sabemos quién nos gobernará, pero el mensaje debe quedar claro y ojo, el #NOAKEIKO no va sólo para Keiko Fujimori. Para cualquiera que salga elegida o elegido debe quedarle grabada en la retina, el cerebro y el alma la potencia pacífica de esta marcha.
Mis zapatillas ya están listas!